El transporte marítimo constituye la columna vertebral del comercio internacional, al movilizar más del ochenta por ciento del volumen comercial mundial. En este contexto, la seguridad marítima se presenta como un elemento estratégico no solo para la continuidad de las cadenas de suministro, sino también para la estabilidad de la economía global. La protección de las tripulaciones, de las embarcaciones y de los ecosistemas marinos depende en gran medida de la gestión adecuada de la carga, de la implementación de tecnologías avanzadas y del cumplimiento efectivo de la normativa internacional.
Al respecto, el Consejo Mundial de Transporte Marítimo (WSC) reveló que en 2024 el 11,39% de las cargas inspeccionadas presentaron deficiencias en aspectos esenciales como la declaración de mercancías peligrosas, el embalaje o la documentación. Se trata de un incremento respecto al 11% registrado en 2023 y una confirmación de que los riesgos persisten pese a la existencia de protocolos internacionales. Estos fallos no son menores, ya que una declaración incorrecta o un embalaje inadecuado pueden derivar en incendios a bordo, con consecuencias fatales para las tripulaciones, pérdidas de carga y graves afectaciones ambientales.
La dimensión de este problema se amplifica cuando se consideran los efectos indirectos que puede generar un incidente en alta mar. Por ejemplo, un incendio en un portacontenedores no solo afecta a la embarcación en cuestión, sino que puede provocar parálisis en los puertos de destino, encarecimiento de seguros y demoras significativas en la distribución de mercancías. Además, cuando se trata de mercancías peligrosas como combustibles, productos químicos o fertilizantes, la falta de precisión en su manejo compromete la planificación de flotas, la coordinación portuaria y la protección ambiental.
Frente a este panorama, las innovaciones tecnológicas han comenzado a desempeñar un papel decisivo. La digitalización de los procesos logísticos, el uso de sistemas de identificación automática, la vigilancia satelital y, más recientemente, la incorporación de inteligencia artificial para el cribado de cargas permiten anticipar patrones de riesgo y fortalecer la capacidad de prevención. El propio WSC ha impulsado el Cargo Safety Program, una iniciativa que combina reportes de inspección con herramientas de predicción avanzada, con el objetivo de reducir incidentes graves en buques. Esta tendencia refleja que la tecnología puede ser un aliado clave para cerrar brechas históricas en la seguridad marítima, aunque su eficacia dependerá de la voluntad de adopción global y de la capacidad de las autoridades para estandarizar su uso.
A la par de los avances tecnológicos, la cooperación internacional se reafirma como un componente indispensable. No obstante, uno de los principales obstáculos es la fragmentación de los reportes: actualmente, solo un número limitado de gobiernos aporta datos al sistema de inspecciones, lo que genera una visión parcial de los riesgos reales. La ausencia de información de amplias regiones del mundo limita la posibilidad de identificar patrones regionales y diseñar medidas conjuntas más efectivas.
De igual forma, la capacitación de la tripulación y del personal logístico continúa siendo un aspecto fundamental. Errores humanos en la declaración de carga, en la operación de sistemas digitales o en la respuesta a emergencias siguen representando una amenaza que ninguna innovación tecnológica puede eliminar por completo si no se acompaña de una cultura de seguridad sólida.
Un elemento adicional que complejiza la situación es la ciberseguridad, ya que la creciente digitalización de los buques y de los sistemas portuarios los expone a ataques cada vez más sofisticados, que incluyen intromisiones en los sistemas de navegación, manipulación de datos de carga o secuestro de información crítica mediante ransomware. Durante la segunda mitad de 2024, diversas firmas de monitoreo reportaron un aumento significativo de incidentes de este tipo, lo que demuestra que la amenaza ya no es hipotética, sino una realidad cotidiana.
A partir de lo anterior, es evidente que la conjunción de todos estos factores pone en evidencia que la seguridad marítima requiere un enfoque integral y multifacético. Por ello, no basta con reforzar la normativa internacional si no se garantizan mecanismos de inspección efectivos en los puertos; tampoco es suficiente con invertir en tecnología si no existe formación adecuada de los equipos humanos que deben operarla.
Asimismo, se necesita una cooperación internacional más amplia y representativa, que trascienda las fronteras y permita enfrentar amenazas que, por naturaleza, son globales. Solo mediante la combinación de regulaciones estrictas, adopción tecnológica, capacitación continua y una mayor colaboración entre Estados será posible reducir los riesgos que amenazan al transporte marítimo y, por extensión, al comercio mundial.

Sharon Picado Villalobos
Agente de Inteligencia Comercial y Jefa de Operaciones en STRATEGA. Licda. en Administración Aduanera y Comercio Exterior de la Universidad de Costa Rica. Especialista en Inteligencia Comercial.
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